sociedad@cientifica.org.ar

José de San Martin (1778-1850)

 

Alfredo F. Dantiacq-Sánchez

UNCuyo. Titular Efectivo de la Cátedra II

Derecho Privado I (Derecho Civil. Parte General)

Instituto de Historia de la Ciencia (SCA)

 

 

El próximo 17 de agosto de 2020, se recordarán los 170 años de la muerte del Padre de la Patria. Usted advertirá que, este escrito,  entrelazada tres figuras, San Martín, Belgrano y Rosas; las razones están en el texto.

# Nuestro homenajeado nació en Yapeyú (hoy Corrientes), parte del  Virreinato del Río de la Plata y, a los seis años viajó a España, donde residió 28; luego, 12 en las Provincias Unidas o suelos americanos (1812-1824) y 26 en Europa (1824-1850).

Anoticiado de los sucesos porteños de Mayo de 1810, regresó  junto a Carlos María de Alvear, los dos con grados militares (un coronel y un mayor),  para ponerse a las órdenes del gobierno revolucionario.  Instalado acá,  se casó, en 1813,  con Remedios Escalada, de 14 años. Tuvieron  una hija, Mercedes,  que nació  en Mendoza en 1816, y  quien, años después (1830)  se casaría, en Europa, con el diplomático Mariano Balcarce, de una familia que  había valorado el emprendimiento  sanmartiniano.

El coronel San Martín, organizó el Regimiento de Granaderos a Caballo; en suelo santafesino,  participó del Combate de San Lorenzo  y   se  entrevistó, en 1814,  en Salta,  con el general  Manuel Belgrano, a quien reemplazó en la jefatura del Ejército del Norte;  fue gobernador-intendente de Cuyo donde preparó  el (que será conocido como) Ejército de Los Andes; ascendido a general, cruzó la cordillera y libró batallas singulares (al modo de Chacabuco y Maipú). De ahí partió a Perú y, en Guayaquil (hoy Ecuador)  se entrevistó con Simón Bolívar. Regresó y, ante el clima caótico del territorio rioplatense  y de la ciudad portuaria,  partió a Europa. Nunca más pisará suelo  bonaerense.  Unos cuantos lo entrevistarán durante su ostracismo, a veces, buscando alguna primicia política; otras, una nota altisonante. Entre sus contertulios aparecen Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento.  Visitó y vivió en varios países del Viejo Continente (Gran Bretaña, Bélgica, Francia)  y se asegura que hablaba bien más de una  lengua (entre ellas el italiano). Gozaba de  los viajes en tren y de comprar libros, aunque a título personal nunca fue un hombre rico.  Le fue ajena la escritura, pero no le esquivaba al contacto epistolar.

Siguió de cerca los avatares políticos del Continente (se interiorizó sobre la revolución francesa de 1830, la siguiente de 1848 y el establecimiento de la Segunda República). Es posible que haya tenido noción de un tratado político que daría que hablar:  Manifest der KommunistischenPartei (editado en Londres,  febrero de 1848). Le prestaba atención a los sucesos de España: los tramos finales del accionar de Fernando VII  (quien se resistía a reconocer la pérdida de los suelos americanos), las guerras carlistas  y el largo gobierno de Isabel II.

El aviso  de su muerte llegó cuando en Buenos Aires era gobernador Juan Manuel de Rosas, un político de 57 años, quien lo admiraba y había recibido como donación su sable corvo, en reconocimiento de  su política internacional.

# Manuel Belgrano, era oriundo de la ciudad portuaria, donde nació y murió (1770-1820) y fue padre de dos hijos: Pedro y Manuela  (con seis años de diferencias entre ellos; sus madres:  María Josefa Ezcurra y Maria D. Helguero).

# Juan Manuel de Rosas,  bonaerense (1793-1877) se casó, en 1813,  con Encarnación Ezcurra, de 18 años, y tuvieron dos hijos biológicos: una, Manuela o Manuelita,  nacida en Buenos Aires, en 1816, quien acompañó a su padre al exilio y se casó, también, en Europa, en 1852, con  Máximo Terreno, un conocido de la familia; tendrán dos herederos: Manuel y Rodrigo.

Rosas, un hacendado,  que admiraba las labores pastoriles (y, en eso, hay una cercanía con el pensamiento belgraniano) adoptó, junto a su esposa,  al hijo de  María Josefa Ezcurra, quien,  enamorada de Belgrano, fue madre de un vástago; lo reconocerían como Pedro Rosas Belgrano.

En resumen: Rosas crió al hijo de Belgrano y recibió, por donación testamentaria, una pieza muy apreciada  por  San Martín, en virtud de la  planificación exitosa de la batalla de la Vuelta de Obligado.  Hay un nexo que une a las guerras de la independencia con este episodio;  un largo proceso de construcción de la Nación, donde el rosismo, como experiencia política popular, atrajo, encuadró y disciplinó las vocaciones díscolas y anárquicas. El general fue protagonista de la epopeya del cruce de los Andes y avanzó en el logro de la definitiva separación política de España;  el gobernador,  25 años más tarde,  hizo una defensa económico-territorial-política sobre aguas del Paraná, enfrentando un bloqueo que contaba con la asistencia de algunos unitarios, refugiados en Montevideo. La intervención extranjera terminó en virtud de los tratados firmados con Gran Bretaña (1849) y con Francia  (1850):  los negocios reclamaban  su finalización y recuperación del comercio.  No olvidemos que estaba fresco el recuerdo del arrebato de las  Islas Malvinas, en 1833.

¿Por qué le donó San Martin  su sable corvo, que lo acompañó  en su vida militar activa? Posiblemente entendía que si él era el Libertador, Rosas había evitado  un avasallamiento, una humillación,  cuando el 20 de noviembre de 1845, con un accionar destacadísimo de Lucio V. Mansilla y la tropa lugareña, se hizo frente a la flota franco-británica, muy fogueada en luchas previas, en varios ríos y mares, que amenazaba con un bloqueo coercitivo.

# Sus esposas. ¿Qué papel cumplieron en la vida de estos actores? Escasa es la de Remedios, cuyo matrimonio duró 9 años y, una parte, vivido a la distancia territorial; mucha la de Encarnación, a quien le apasionaba  la política y actuaba, en ocasiones, como delegada de su marido, rebasando el papel que la sociedad tradicional asignaba a la mujer.

# Los hijos. Belgrano tuvo dos: (ya dijimos) un varón y una mujer. Estos, a su vez, con  numerosos descendientes que llegan a la actualidad.

San Martín tuvo una hija y dos nietas: la mayor cumplió una misión filantrópica durante los años de la Primera Guerra Mundial, habilitando en su residencia un hospital. La otra murió soltera y joven, sin descendientes y acá se cerró esta genealogía.

Rosas, un hijo de crianza y dos biológicos (un varón y una mujer), que le dieron retoños. Pedro Belgrano-Rosas vivió siempre  en Buenos Aires.

 

 

Arranca la historia nacional

Belgrano participó, con 36 años, en la Reconquista de Buenos Aires, ante el invasor inglés; Rosas, un jovencito de 13, ayudó distribuyendo las municiones.

San Martín, en 1806 y 1807,  estaba en Europa y se había batido en más de un combate en España y norte de África. Participó de la Batalla de Bailén (junio de 1808): gran derrota para el ejército “invencible” de Napoleón Bonaparte; entró en ella como capitán y salió como teniente coronel.

Desde Mayo de 1810

Belgrano fue una figura singular. Las primicias lugareñas  llegaron a Europa y San Martín decidió retornar, previo paso por Londres. Eran hombres jóvenes, con muy buena formación intelectual, abogado el primero;  de entrenada capacitación militar, el segundo. Los dos llenos de aires de la Ilustración: aman la cultura, el saber, los libros, liberales,  comprometidos con la masonería. Guardan sentimientos por los pueblos originarios, las minorías étnicas y  repudian la esclavitud.

El Congreso de Tucumán

A Belgrano y San Martín les urgía la declaración definitiva de la Independencia de España y, cuando en el mencionado  congreso se analizó el futuro modelo de organización jurídico-política, serán defensores de  una monarquía.  El porteño, dio uno de sus discursos,  en días previos al 9 de julio; el otro no estuvo presente, pero  sí sus amigos y los delegados mendocinos: Tomás Godoy Cruz y Juan Agustín Maza. Suficiente, para ahondar, es recorrer las páginas de El Redactor del Congreso.

Con la “Independencia” en la mano, comienza la montañosa travesía; vendrán los enfrentamientos con los españoles de Chile y de Perú. San Martín, por razones que solo él conoció, abandona -tras una entrevista con el venezolano Simón Bolívar- la actividad militar y retorna por el Pacífico rumbo a Chile: valga la coincidencia,  en el bergantín General Belgrano, que se hundiría en las luchas contra el Imperio del Brasil, episodio que no le fue indiferente (1824).

 

 

A la hora de la muerte

# Cuando Belgrano murió, a los 50 años,  el parte permaneció casi en la “indiferencia”; sin embargo con las décadas se lo ha revalorado y brindado múltiples consideraciones. A los 200 años de su desaparición, otra vez la adversidad, pues los actos debieron suspenderse  por el azote de una pandemia planetaria.

El momento político de 1820, era caótico, la historia  relata desde ahí el año de la anarquía; había sido un hombre rico, dado que su padre fue un comerciante exitoso de origen italiano; fortuna  que se esfumó.  Sus restos descansan en el Convento de Santo Domingo, en las cercanías de su casa natal.  Por entonces, don José estaba en Perú y don Manuel, en sus estancias.

# Cuando San Martín murió, en Francia,  a los 72 años, el país transitaba la  época a la que la historia -por lo general- ubica en la tradición de la dictadura (no de la tiranía), dado que hay un consentimiento de parte de quienes otorgan ciertas facultades, para contener el desorden que cundía por una gran porción de la Cuenca del Plata, en sus dos orillas, aguas arriba y aguas abajo del Paraná.

Sus restos regresaron en 1880, bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda y el expresidente Domingo F. Sarmiento fue el responsable del discurso de  recepción. Se le construyó un mausoleo en la Catedral de Buenos Aires.

# Rosas murió, de 84, en el exilio, en la localidad inglesa de Southampton. Había sido un empresario acaudalado, que pasó pequeños avatares económicos en los últimos años; por  entonces habían  muerto Pedro y su hijo biológico; solo quedaba Manuela. Era visitado por amigos y parientes y fue entrevistado por Juan B. Alberdi, su crítico en el pasado, pero que ahora (en una conversación frente a frente) bajó los decibeles acusatorios.

Dice la tradición que conservó los hábitos campestres y  estuvo atento a los acontecimientos  de  Europa  (como la guerra de Crimea, la franco-prusiana y de la unidad alemana e italiana;  la reunión de la Primera  Internacional de los Trabajadores, en Londres, en 1864; la insurrección de La Commune de París).  Sigue siendo un enigma para nuestra historia y una parte importante de la información que se tiene, viene de la literatura de los proscriptos. Otros lo ubican como una figura americanista que evitó la desintegración territorial, con cierta similitud a Belgrano y San Martín.

Sus restos regresaron bajo la presidencia de Carlos S Menen,  en 1989, y descansan en el Cementerio de la Recoleta.

El juicio de la historia

San Martín  y Rosas, cuidaron, guardaron documentos y materiales que, en su oportunidad, rescatarán los historiadores.  Mercedes, se los cedió a Mitre; Manuela a Saldías y Quesada, quienes iniciarían, más tarde, una revisión conceptual de la labor de Rosas. Observaron, además, los escritos de un biógrafo y gran acopiador de papeles, Pedro de Ángelis. Como  nota de color: un inglés le dedicó, no hace mucho, un libro, John Lynch (1981).

Fue Bartolomé Mitre quien contribuyó a la glorificación de los llamados “padres de la Patria” con dos estudios biográficos: las monumentales Historia de Belgrano e Historia de San Martín. Desde ahí, hasta el presente, se ha mantenido el interés por una renovación bibliográfica.

Existen tres  institutos: el  Nacional Sanmartiniano, instalado en 1933, con motivo de la conmemoración del 115º aniversario de la Batalla de Maipú, por iniciativa de José Pacífico Otero. El Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, desde 1938. Y,  el Nacional Belgraniano, desde 1944.

El correntino, el porteño y el bonaerense, nacidos bajo la corona española, recibieron, por su accionar, críticas y ofensas (no hay que negarlas),  que el tiempo ha borrado (y no tanto en uno de ellos).  Sus vidas íntimas, sus  actividades y desempeños públicos fueron puestos, más de una vez,  bajo la lupa inquisitoria.

# ¿Cuál es la legalidad de Suipacha, Campichuelo, Salta  y Tucumán, …;  San Lorenzo,  el cruce  de los Andes,  …, Boyacá, Carabobo,  Pichincha,  Junín y Ayacucho,  la Vuelta de Obligado,  y unas cuantas más?  Es el fin del poderío metropolitano en América; es la defensa de la soberanía vernácula. No fue poco enfrentarse al poderoso ejército español, que tenía más de 300 años de presencia en América; no fue menor confrontar a la flota anglo-francesa, dotada de barcos de vapor, fogueadas en sus recientes excursiones por  Asia y África. España no podía “perder” su imperio; ese que le había dado brillo y una fortaleza económica. Los franceses  e ingleses, también tenían este tipo de apetencias (y, de ser posible, dominios territoriales) pero, acá cerramos: el resto sería una historia contra-fáctica.