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Una gripe paseada conduce generalmente al cementerio

(Lecciones de la “Gripe española” de 1918-19)

 

François de Bernard [i]

 

“Una gripe paseada en su comienzo conduce generalmente al cementerio”, tal es una de las constataciones del francés Francis Heckel,  en uno de los tres largos artículos que publicó en  L´Ilustration  (otoño de 1918). Este argumento, que puede sonar de manera extrañamente poética para una pluma médica, es una invitación a leer las observaciones y conclusiones formuladas con relación a la “gripe española”[ii] (de treinta a cien millones de muertos, según las estimaciones actuales).  Aborda  problemáticas que son exactamente aquellas sobre las cuales nos interrogamos aquí y ahora.En primer lugar, la necesidad del aislamiento (menos ridícula que las actuales confinamiento y distanciamiento social  (nuevo oximorón del pensamiento mágico) y saca conclusiones simples y profundas, que merecen ser maduradas en un presente obnubilado por las  urgencias,  al punto de haber hecho de ellas una vedette de serie de televisión.

A propósito del aislamiento,  su veredicto  está fundado en la observación de numerosos casos: “Una gripe tratada desde el comienzo en el cuarto y en la cama tiene todas las posibilidades de permanecer benigna. El examen retrospectivo de casos graves prueba que, en sus orígenes, el enfermo había paseado su gripe durante su fase de incubación  y hasta la aparición de síntomas incontestables: fiebre, tos, dolores toráxicos, marcada fatiga, etc. Estas formas de negligencia son las de aquellas personas que no se escuchan a sí mismas”.

Y agrega: peligro hacen correr a los otros, por no haberse cuidado,  “o aislado, por descuido, ignorancia o temeridad”. Un grano a moler para los ejemplares como Johnson, Bolsonaro, Trump o el gobierno sueco, quienes tendrán la oportunidad de justificarse delante de la posteridad acerca de la sabiduría de sus posturas iniciales.

Esta cuestión del aislamiento está naturalmente asociada por Heckel a otras inquietudes concernientes a la profilaxis y al uso de la máscara o barbijo.Sobre la profilaxis, que parece haber estado increíblemente retardada en este fin de 2019 y principio de 2020, es importante leer su advertencia: “Entre otras condiciones, la ignorancia y la ligereza de la masa del público, la incomprensión de las necesidades de aislamiento, de profilaxis, prologando después de cerca de seis meses una epidemia cuya duración habitual no sobrepasa las seis semanas”.

Sobre el uso de la máscara, sería fácil ironizar, pero su amonestación en un tiempo lejano que ya se preocupaba por ello, podría alertarnos, si por excepción estuviéramos tocados de humildad: “La máscara de gasa o barbijo tiene por finalidad preservarnos contra la tos y el aliento, que contiene partículas salivales o de secreciones bronquiales altamente contagiosas.Será llevada por todo enfermo, desde el principio, y sobre todo por el personal sanitario, o por los miembros de la familia … Estará hecha de gasa de seis u ocho pliegues, de 10 a 15 cm de costado.  Estará suspendida de manera de tapar la mitad inferior de la nariz, de las narinas y de la boca y, con la ayuda de un lazo, atada atrás de la cabeza … La garantía contra el contagio, aportada por la máscara, parece considerable, ya que es suficiente para evitar la gripe a personas que, por varios días no han abandonado el cuarto el paciente”.Continúa: “debe enseguida aislarse por el uso del barbijo, que también adoptará, al mismo tiempo, su entorno.

A la hora del triunfo de las fake news, de las declaraciones políticas tan atronadoras como letales, de la confusión general sobre los métodos de lucha y el diagnóstico de la crisis del Covid 19, meditar las conclusiones de la experimentación centenaria de Heckel no  es superfluo. En primer lugar, esta obligación:  “Es deber de cada uno  …  atender a las medidas eficaces de preservación que, aplicadas concienzudamente y con fe, detendrían la epidemia en un tiempo muy corto”.O:  desde “la fase febril y antes de los problemas pulmonares, sin atender su ataque inminente, es necesario encarar una lucha en todos los instantes y anticiparse a los acontecimientos que  van a sucederse sin cese hasta la curación… o hasta el desastre si no se actúa de esta manera”.

No evita a sus lectores este diagnóstico desilusionado que suena fuertemente hoy, a fortiori si uno considera que ha sido formulado en el contexto de países desvastados por cuatro años de una (verdadera!)guerra sin equivalencia anterior, dejando exangüe los sistemas de salud  de entonces: “Si es cierto que la mortalidad ha sido demasiado grande en la epidemia actual, es sobre todo dentro de  los hospitales desbordados por la abundancia de enfermos, por la penuria y el surmenage de un personal fuertemente tocado por el contagio.Dentro de las familias, al contrario, los enfermos bien seguidos y vigorosamente ayudados durante la primera semana curan casi siempre y, entre aquellos que desaparecen, la gran mayoría paga una inconcebible despreocupación y las imprudencias del principio, particularmente aquella de haber paseado su gripe hasta el momento donde ella los derrumba”  ¡A buen entendedor, salud y larga vida!


[i] Filósofo, ensayista. Algunas obras: Diccionario crítico de la globalización (Co-director, junto a Hugo Biagini, Editorial Biblos) ; Pour en finir avec “la civilisation” y L´homme post-numérique (Editorial Yves Michel). La traducción  corresponde a Ofelia Jany.

[ii] Gripe de tipo A (H1N1) que no venía de España, sino de  China… vía los EEUU y cuya transmisión fue favorecida por la transferencias de soldados durante la Gran Guerra.