sociedad@cientifica.org.ar

En el mes de agosto, una vez más, tendremos en la memoria  al padre de la Patria. Su nombre está en los diccionarios, libros de historia, escuelas, instituciones de cultura, bibliotecas, teatros,  plazas, calles, barrios, parques, hospitales, un lago chileno-argentino, localidades, billetes, monedas, estampillas, en una base científica de la Antártida (que cuida el Ejército Argentino), en un largo ramal ferroviario, en el puerto de San Lorenzo (Santa Fe),  en las marchas patrióticas, en piezas de teatro,  barcos, en la denominación de una Universidad Nacional,  … y hasta en los caminos (a través de La Roja, San Juan y Mendoza, que fueron los pasos de Comecaballos, de Guana, de los Patos, de Uspallata, del Portillo y Planchón) propuestos como “patrimonio de la humanidad”, que evocan las  seis rutas, heladas y peligrosas,  por las que  planificó para pasar de este lado del país a los del Pacífico, en la guerra emancipadora.

# Se le han levantado cientos de estatuas, dentro y fuera del país (solo dos ejemplos: las ecuestres en el Central Park de New York y en Boulogne-sur-Mer). Hay bustos en lo más variados lugares.

# Existe una abundante iconografía, que lo presenta a diversas edades. Desde los dibujos del correntino Manuel Pablo Núñez de Ibarra a  la miniatura realizada por  T. Wheeler  (datada, posiblemente,  en Londres en 1823) que se conserva en el Museo Histórico Nacional, repositorio que también  exhibe, la pintura del mulato peruano José Gil de Castro; otra está dispersa por algunas provincias argentinas o en Chile y Perú.

No faltan los trabajos de Theodore Gericault, quien tuvo en cuenta el grabado del correntino  Manuel Pablo Núñez de Ibarra. Hay daguerrotipos, litografías, dibujos, copias de copias y las representaciones (posiblemente) por su hija. El retrato realizado por el belga François-Joseph Navez (1824) o las composiciones del catalán-rosarino Pedro Blanqué, donde sobresale el lienzo El sueño de San Martín; amén de los  anónimos e imposibles de  identificar el autor.

Emotivas son las telas, Revista de Rancagua, del uruguayo Juan Manuel Blanes (1872, MHN); San Martín en Boulogne-Sur-Mer, de Antonio Álice (1912; ubicado en el Instituto Bernasconi), las de Antonio González Moreno y finalizamos (con injusticia) haciendo mención a la realizada por Guillermo Roux (2000, INS).

Muchos otros  estampan escenas en la cordillera,  en las luchas armadas y muy reproducido es el lienzo, el Abrazo de Maipú, donde aparece junto a Bernardo O’Higgins, realizado en 1908, por el chileno Pedro Subercaseaux.

Para ampliar, es útil recorrer el  Museo Histórico Municipal Brigadier General Juan Martín de Pueyrredón.

Distinguido es el gobelino, el Cruce de los Andes de 1817,  donado por Francia, con motivo del primer Centenario de Mayo de 1810 y como símbolo de la amistad entre los dos países,   que en  una trama de seda y lana, orna  una escalera de la Casa Rosada y, desde esa ubicación,  ve pasar a todos los jefes de Estado argentinos, cuando se dirigen al despacho presidencial. Fue realizado a partir de un cartón del pintor Alfred Philippe Roll y  restaurado,  en 2018,  por la tradicional Manufacture nationale des Gobelins (París) y se lo pudo ver, por breve tiempo, en el Museo Nacional de Bellas Artes.

# En la literatura. Fue Esteban de Luca, un poeta de la generación revolucionaria,  quien publicó tempranamente una oda, A la Victoria de Chacabuco (1817), un Canto a la Victoria de Maipo (1818) y algunas más que aluden, indirectamente al General (Al triunfo de Cochrane sobre el Callao -1820-, Canto lírico a la libertad de Lima -1821-). Sin dudas, no son  las  únicas; ahí están las piezas, las honras de Juan Crisóstomo  Lafinur, de Juan Cruz Varela, … amén de los aportes de Olegario V. Andrade, con El nido de cóndores (que promueve la repatriación de sus restos) y algunas más;  de Carlos Guido Spano, quien le dedicó el soneto:  Ante los restos del general  San Martin;  los escritos de  Sarmiento;   de Gervasio Méndez y decenas para inventariar. No faltan los anónimos como, La acción de Maipú (ca. de 1826).  Ricardo Rojas compuso El Santo de la Espada (1933)  y la Entrevista de Guayaquil (1947).

# Entre los cronistas e  historiadores, aparece el mendocino Jerónimo Espejo, quien participó del ejército  libertador y de su intimidad; compuso dos escritos: El paso de los Andes, que tiene un mérito testimonial (ya que estuvo en los campos de  Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú, Talcahuano, Talca, Callao);  y la  Entrevista de San Martin y Bolívar en Guayaquil (1873). Mérito tiene una célebre Memoria  de Tomás Guido, fruto de sus conversaciones con el amigo.

Singular fue la labor de Bartolomé Mitre, quien le  dedicó: Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana (de 4 volúmenes); título ajustado pues su nombre se asocia a la Argentina, Chile, Perú; para algunos, una obra aun no superada. De amplia circulación fue la producción de  Luis L. Domínguez, responsable de  Historia Argentina (1861), por largo tiempo un texto oficial de enseñanza de la historia nacional.

Por su parte, Vicente Fidel López, aludió al héroe en varias páginas de:  La revolución argentina; El conflicto y la entrevista de Guayaquil, expuesta al tenor de los documentos que la explican; e   Historia de la República Argentina. Escuchó, más de una vez, a su padre, el hombre del Himno.

José Pacífico Otero redactó  Historia del Libertador Don José de San Martín, en cuatro  tomos (1932) y promocionó la  revista San Martín, que en su primera etapa sacó 36 números (1935 a 1955).

Después llegaron los de Miguel Ángel de Marco (San Martin. General victorioso, padre de naciones);   Hugo Chumbita  (El secreto de Yapeyú);  José Ignacio García Hamilton (Don José: la vida de San Martín);   los de Felipe Pigna, que incluyen una historieta; de  René  Favaloro; Luis Barcia; Jorge Fernandez Díaz. Mucho material se encontrará en  los tomos editados por la Academia Nacional de la Historia; y las páginas de  la revista Todo es Historia (que,  sorpresivamente, su primer número, de 1967,  ilustró  la tapa  con una imagen de  Rosas). Un lugar especial para A. Jorge Pérez Amuchástegui, años concentrado  en revelar verdades históricas (como la referida  la  afamada carta del marino  Gabriel Lafond). No faltan los aportes femeninos, como los de   Patricia Pasquali y Beatriz Bragoni.

Cientos son los libros escolares, como los de la  colección Billiken;  los videos, capítulos y animaciones  que presentan  los canales de televisión abierta,  Zamba, PakaPaka, Encuentro.  Existe una  filmografía alusiva. Y algo que resulta llamativo: hay entre los historiadores de la medicina (aunque no de manera exclusiva) un interés por estudiar sus enfermedades, sus brebajes, su botiquín, su consumo del láudano. ¡Y, cómo no, si era humano y habrá estado lleno de dudas, de incertidumbres, de miedos y angustias!

# Durante su permanencia en América, de adulto, hizo buenos amigos, algunos mendocinos, otros bonaerenses y no faltaron los chilenos y peruanos y, un lugar especial, tuvieron Vicente López y Planes y  Tomás Guido,  su consejero, corresponsal  y afecto al epistolario, quien lo mantendrá informado  de muchos aspectos de la Confederación, en especial, la estrategia oficial en la  política exterior y de las ansias ilegítimas de más de un gobierno europeo. La aceptación de la política rosista, tal vez,  se remita al año 1838 y se intensifique en 1845.

Sorprende que no haya escrito su autobiografía, pero dejó cientos de cartas, de documentos y, se pueden rastrear en el Archivo General de la Nación,  el Museo Mitre y, posiblemente, en repositorios privados. Hay quienes bucean en otros repositorios americanos y con éxito.

#  El tucumano Juan B. Alberdi  conoció al general   en  1843 y, en un extracto de lo escrito, dijo:  “¡Qué diferente lo hallé del tipo que yo me había formado oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! … Cerré la derecha del gran hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y el Perú … [y completa]  En un ángulo de la habitación, colgaba impasible la gloriosa espada que cambió la faz de la América occidental”.

¿Por qué tiene un significado especial el sable corvo? Pues lo compró, en 1811, en Londres y lo trajo a Buenos Aires, pasó más de una vez  -de ida y vuelta-  por la cordillera; lo llevó a Europa, viajó por el Atlántico y lo legó por un testamento. Lo trasladaron desde Europa y Rosas lo llevó consigo y, tras su muerte, fue incorporado directamente, al patrimonio del Museo Histórico Nacional.

# En Yapeyú está  su casa natal; para protegerla, en 1938,  se inauguró un templete histórico de estilo neocolonial, a orillas del río Uruguay.  Guarda las urnas con las cenizas de sus padres (Juan de San Martín y Gregoria Matorras);  custodiada por el Regimiento de Granaderos a Caballo.

En Francia se mantiene  la Casa-Museo del General San Martín, en la localidad de Boulogne-sur-Mer, donde pasó los últimos años.  El inmueble fue comprado por el Estado argentino en 1926.

En el barrio de Palermo  se levantó, por iniciativa privada,  una casa que reproduce la que el  Libertador tuvo en Grand Bourg  y es la sede del Instituto Nacional Sanmartiniano,  que cobija una biblioteca, un museo, una pinacoteca. Se inauguró en 1946.

# En 1950, hubo numerosos festejos con motivo del primer Centenario del fallecimiento del prócer y el gobierno de Juan D. Perón lo declaró Año del Libertador.

# En la provincia de Mendoza, seis datos para destacar.  En  el Paseo del Bicentenario y el Memorial de la Bandera de Los Andes, se encuentra la sala del estandarte del Ejército Libertador, que, además, exhibe  un cuadro de gran tamaño del pintor Francisco Cubillos.  Allí se custodian variados objetos conmemorativos y dos pabellones de las fuerzas realistas, ganadas en la batalla de Chacabuco (todo perfectamente cuidado).  Esa enseña fue confeccionada en 1816 y jurada en la Iglesia Matriz, el 5 de enero de 1817. San Martín proclamó a la Virgen del Carmen como Patrona y Generala del Ejército de Los Andes.

Una biblioteca pública atesora algunos de sus libros, traídos  desde Europa: son  cuatro ejemplares  (o, tal vez, cinco)  que tienen sus  ‘exlibris’.  Otros, se  estima, desaparecieron en el cruento terremoto de 1861, o quedaron en Chile y  Perú. Como nota de color: en ella funciona el sector Merceditas, una nutrida ludoteca,  con cientos de ejemplares de literatura infantil y juvenil.  [Por su parte, Mariano Balcarce,  el hijo político,  donó libros, escritos en francés,   1856, que hoy guarda la Biblioteca Nacional, que  son los que albergaba en Boulogne-sur-Mer].

Una bella composición,  obra del artista uruguayo Juan Manuel Ferrari, se levanta  en el Cerro de la Gloria, dentro el parque principal, conocido como Monumento al Ejército de los Andes (de 1914).

Para completar está la hermosa  la pinacoteca sanmartiniana que dejó el pintor catalán-mendocino, Fidel  Roig i Matons.

Más de un sitio histórico, como  la Chacra de los Barriales, las bóvedas (o casuchas) de Uspallata, que sirvieron de almacenes para el ejército; el manzano histórico, árbol que, posiblemente,  utilizó el Libertador a su regreso de Perú (1823) para pernotar y donde  Luis Perlotti, levantó, en 1950, una obra de grandes dimensiones. ¡Perdón, por los no incluidos!.

Y, en  la Basílica de San Francisco descansan, desde 1951,  los restos de la familia Balcarce-San Martín (Mariano, Mercedes  y la hija mayor María Mercedes).

# La Orden del Libertador San Martín es una distinción que otorga la República Argentina,  a los funcionarios civiles o militares extranjeros, imputados como merecedores.

 

Norma Isabel Sánchez
Profesora Consulta (FM/UBA)
Instituto  Historia de la Ciencia (SCA)